Los romanos creían que sus
parientes extintos seguían ocupando un sitio en su hogar, el de los
antepasados, los Manes, a los que se rendía culto manteniendo siempre encendida
en casa la llama del fuego. Por ello la sepultura era un deber sagrado, si a un
difunto no se la daba, su alma vagaría sin descanso entre los vivos,
considerándoselas almas errantes maléficas errando por las orillas estigias
durante mil años.
La Pompa Funebris comenzaba el octavo día de su defunción, se
denominaban de diferentes formas a los sepelios según su estrato social, el más
común que solía utilizar la plebe era el que se denominaba funus translaticium,
al de un soldado se denominaba funus militare, el de los personajes públicos de
importancia se denominaba funus publicum y por ultimo y no menos importante, el
funus imperatorum que era con el que se despedían de su Emperador. Si era
noble, un heraldo iba anunciando al pueblo el fallecimiento con una fórmula
establecida desde sus antepasados, ollus [nombre del
difunto] Quiris leto datus est “aquel ciudadano [nombre del difunto] ha
sido entregado a la muerte”, el sepelio se iniciaba de día, en caso
contrario solía realizarse por la noche, sacaban al cuerpo de la casa en una
camilla, feretrum, que la portaban la familia y los amigos,
el cortejo iba encabezado por unos músicos que entonaban temas funerarios, continuaban
las plañideras, tradición que algunos cristianos criticaban por no ser lagrimas
sentidas, si no pagadas, portaban unos lagrimales de cristal o cerámica y unos
bufones o actores que iban recreando hechos, carácter y palabras del difunto
durante todo el camino para que el pueblo le recordase, las seguían unos
esclavos caracterizados con mascaras de cera o portando esculturas que
representasen a sus ancestros, estas mascaras en cera las obtenían aun en vida
en sus últimos momentos o una vez fallecido, s usaba como molde en la mayoría
de las veces para realizar una escultura el mármol o similar, el carro mortuorio
con el finado, estandartes y sus coronas en caso de haberlas ganado, para
terminar la comitiva la familia lanzando gritos de pena, cubiertos los varones
la cabeza, llevando las féminas el pelo encenizado y desaliñado. Esta comitiva
podía pasar por el Senado en caso de ser digno de ello donde en el Rostra se pronunciaban un discurso
fúnebre en él se alababan sus bondades y sus hechos. En este emplazamiento se
seguía colocando una Pira funeraria, aunque en ella no se incinerase al
difunto, más bien se fabricaba, como símbolo de respeto del pueblo hacia occiso.
No a todas las personas hombres o mujeres se les concedía este privilegio, nos
dice Plutarco en sus “Vidas paralelas”.
El
pronunciar elogios fúnebres de las mujeres ancianas era costumbre patria entre
los Romanos; pero no estando en uso el elogiar a las jóvenes, el primero que lo
ejecutó fue César en la muerte de su mujer, lo que le concilió cierto favor y
el amor de la muchedumbre, reputándole, a causa de aquel acto de piedad, por
hombre de benigno y compasivo carácter.
Tras esto el cuerpo era despedido
como a un ciudadano exiliado y no como a un finado, llevado al panteón familiar
o al Columbario en caso de ser una familia humilde, situado fuera de los muros
de la ciudad, salvo si fue un general con victorias en el campo de batalla, en
ese casi sí que se le permitía yacer en el interior de la ciudad, allí un
familiar le abría los ojos, para que viese la luz por última vez y pronunciaba
su nombre en voz alta, tras esto se procedía a la inhumación. Se colocaban en
la sepultura sus pertenecías más preciadas y la o las monedas que la familia
considerase necesarias para pagar a Caronte. Al día siguiente se celebraba una
comida donde se honraba al extinto, cosa que se podía repetir en cada
aniversario, realizándose juegos en el circo por este motivo, si la familia se
lo podía permitir. La tumba era visitada con frecuencia por los familiares a lo
largo del año. El luto para los familiares tenía una duración de diez meses no
pudiendo presenciar ningún festejo ni llevar adornos durante este periodo.
Una vez asentada la religión
Cristiana en el imperio, los funerales comenzaron a perder todo el lujo y
ostentación que en ellos se hacía, volviéndose mucho más austeros e íntimos.
Espero que estas líneas sean de
gran utilidad.
Un saludo
Bass
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